No, no es exclusivo de Méxiconi de argentina… en casi todo el mundo desarrollado, las finanzas públicas se deshilachan a la vez: deudas históricamente altas, déficits persistentes y mercados de bonos inquietos.
Francia cambia de primer ministro con una rapidez que recuerda a Versalles; el 14 de octubre, Sébastien Lecornu propuso aplazar el alza de la edad de jubilación que debía sanear las cuentas. En Japón, los aspirantes a suceder al primer ministro prometen estímulos pese a un endeudamiento gigantesco y unas rentabilidades de la deuda a largo plazo en máximos de ciclo. En el Reino Unido, el Tesoro prepara subidas de impuestos para tapar un agujero presupuestario tras descafeinar reformas sociales.
Encima de todos planea el déficit de Estados Unidos, cercano al 6% del PIB, con la Casa Blanca explorando más rebajas tributarias y una factura de intereses ascendente. La tesis de The Economist es clara: se acercan crisis fiscales y, con ellas, un nuevo episodio de inflación y represión financiera.
Deudas al 110% del PIB… y subiendo
La deuda pública bruta de las economías avanzadas ronda el 110% del PIB, cerca de un máximo de posguerra. El FMI advierte que la deuda pública global podría rebasar el 100% del PIB mundial hacia 2029empujada por el envejecimiento, el gasto en defensa, la transición climática y las nuevas tecnologías. Para estabilizarla, pide marcos fiscales creíbles y ajustes graduales, en un entorno en el que los tipos de interés no volverán a ser ultra bajos.
El contraste con el pasado es instructivo. Tras la Segunda Guerra Mundial, los países redujeron su deuda con crecimiento, inflación y represión financiera (tipos reales negativos, controles y una base cautiva de ahorradores). Ese arsenal vuelve al debate: la revista británica afirma que es “cada vez más probable” que los gobiernos recurrieron a la inflación y la represión financiera para licuar pasivos, repitiendo al patrón de la posguerra. La evidencia histórica respalda el mecanismo.
aunque muchas economías no están en recesión y la deuda real cayó tras el pico pandémico gracias a la inflación, los mercados exigen más prima cuando perciben deriva fiscal. Reino Unido es el termómetro: los gilt (Valores de alta calidad) a 30 años repuntaron en 2025 a niveles no vistos desde 1998, con picos cercanos al 6%, síntoma de nerviosismo sobre el marco presupuestario.
En Estados Unidos, los bonos del Tesoro a 30 años coquetearon con máximos desde 2007 en primavera. En Japón, las rentabilidades superlargas alcanzaron récords recientes, reflejando el cambio de régimen del Banco de Japón y un giro político incierto. Francia vio cómo su diferencial frente a sus bonos se ensanchaba, e incluso llegó a paridad con el BTP italiano en septiembre, un hito de incomodidad inversora.
El Banco de Pagos Internacionales (BIS) ha pedido a los gobiernos frenar la “imparable” escalada de deuda y evitar la dominancia fiscal que somete a los bancos centrales. Su diagnóstico: el margen para mirar a otro lado se acabó. Reuters+1
¿Qué países están en la ‘cuerda floja’?
En Estados Unidos, el déficit federal bajó un 2% en el año fiscal 2025, hasta mil 775 billones de dólares (5,9% del PIB), pero con un gasto récord y unos intereses que ya son el segundo rubro del presupuesto. Los ingresos aduaneros aumentan por nuevos aranceles, mientras en el Congreso se discuten extensiones de recortes tributarios.”https://www.excelsior.com.mx/global/despidos-gobierno-eu-shutdown/1745877″ objetivo=”_blank”>y un cierre del gobierno— que mantendrían el déficit alto. El FMI avisa: sin consolidación, La deuda americana podría acercarse al 140% del PIB a finales de la década.
The Economist añade una matiz inquietante: si la Inteligencia Artificial eleva la productividad, también elevará los tipos reales a través de una fuerte inversión en centros de datos y chips, encareciendo el servicio de la deuda y compensando parte del alivio que daría un crecimiento más rápido. No es el atajo que algunos esperan.
En Francia, la política fiscal se ataca en la calle y en la Asamblea. El 14 de octubre, el primer ministro Sébastien Lecornu propuso retrasar la implantación de la reforma de pensiones de 2023 para desactivar la presión social; el mercado reaccionó con una ligera caída del rendimiento del bono francés (OAT) a 10 años, pero el riesgo país se mantiene más alto que a inicios de año. La prima frente a Alemania sube y los inversores miran la senda del déficit, que requiere ajustes>3% del PIB para estabilizar la deuda.
Mientras que en Reino Unido., con una brecha fiscal todavía abultada y el fracaso de recortes al gasto social, el Tesoro prepara un presupuesto (26 de noviembre) con alzas tributarias para cumplir reglas fiscales. El Instituto de Estudios Fiscales (IFS) pide “ir a lo grande” en recaudación, y los analistas prevén medidas sobre propiedad, plusvalías y exenciones. El problema: más impuestos pueden frenar el crecimiento y, si son mal calibrados, añadir presión inflacionaria. Mientras, el mercado de primerizas sigue volátil.
Japón, con una deuda entre 220%-250% del PIB según distintas metodologías, el país se adentra en un cambio de régimen: el Banco de Japón dejó atrás la era de tipos negativos y los JGB a 30 años tocaron máximos recientes. En paralelo, la política se remueve: la ruptura de la alianza del hegemónico Partido Liberal Democrático (PLD) con Komeito y el ascenso de Sanae Takaichi han reavivado las apuestas de estímulo, pese a advertencias del FMI de ir “muy gradualmente” con más alzas de tipos y de diseñar una consolidación fiscal cuando baje la inflación.
¿Por qué el ajuste es tan difícil?
The Economist recuerda que solo Canadá, en los noventa, logró una rápida reducción de deuda en la era del sufragio universal, basado en apretarse el cinturón. Hoy, impuestos altos (Europa), aversión fiscal (EE. UU.) y presiones de gasto —envejecimiento, defensa, transición climática— complican el camino. Incluso en un escenario benigno (crecer por encima del costo medio de la deuda), países como Reino Unido y Francia necesitan superávits primarios sostenidos para estabilizar la razón Deuda/PIB.
El FMI calcula que, tan solo en Europa, los intereses, las pensiones, la sanidad, la defensa y el clima añadirán presiones equivalentes a ~6% del PIB hacia 2050 (más de 8% en Reino Unido, España, Portugal y Suiza). En Estados Unidos, el Modelo Presupuestario de Penn Wharton estima que se requerirían subir impuestos y recortar gastos en 15% cada uno para cerrar la brecha estructural.
A medida que la política se trabaja, crece la tentación de la licuación: permitir que los precios suban y que los tipos reales queden por debajo de la inflacióncon regulaciones que facilitan colocar deuda a bajo costo. La literatura lo llama “represión financiera” y documenta su papel en la rápida reducción de deudas tras 1945 (Reinhart & Sbrancia). El Foro Económico Mundial y el Bundesbank han revisado el concepto: útil para reducir ratios, pero con costes en inversión privada y eficiencia; además, redistribuye silenciosamente de ahorradores a deudores.
La inflación no necesita mayoría parlamentaria para arrancar. “Las subidas de precios son impopulares… pero no necesitan apoyo político para ponerse en marcha”, advierte The Economist. Cuando las políticas fiscales son inconsistentes y los bancos centrales están bajo presión, los episodios inflacionarios “simplemente ocurren” y, cuando los mercados despiertan, ya es tarde.
Más allá de la macro, hay equidad. La inflación provoca lo que John Maynard Keynes llamó una “reorganización arbitraria de la riqueza”: favorece a deudores frente a acreedores; a quienes poseen inmuebles frente a tenedores de efectivo y bonos; a quienes anticipan precios frente a quienes firman contratos nominales. En sociedades que ya enfrentan transferencias polémicas (automatización, herencias), otro corrimiento de riqueza corroe el contrato social. Los críticos desprecian las proyecciones fiscales. Pero, como reconoce el propio FMI, Las previsiones suelen ser demasiado optimistas.
“Si la historia sirve de guía, la trayectoria de la deuda será peor de lo que proyectamos hoy, y considerablemente peor”, dijo Gita Gopinath, subdirectora del Fondo. La sesgada esperanza de crecimiento, sumada a shocks imprevisibles (otra pandemia, una guerra), tiende a empujar la deuda más arriba de lo planeado.
Dilema final: ¿disciplina o licuación?
The Economist plantea una bifurcación: o bien los países reconducen sus cuentas —con superávits primarios creíbles, impuestos mejor diseñados y gasto priorizado—, o caerán en episodios de inflación y represión que alivian hoy pero cobrarán mañana. El BIS lo resume sin adornos: urge consolidación antes de que la confianza se deteriore y los mercados impongan un ajuste más doloroso.
Las economías ricas —y algunas emergentes— aún pueden evitar la crisis si fijan presupuestos ahora, antes de que el peso de los intereses y la demografía desborden el sistema. Pero con climas electorales inciertos, ministros con poco margen y bonos que ya piden prima, la ruta de menor resistencia es conocida: inflación más alta de lo tolerable y reglas financieras que favorecen al Estado frente al ahorrador. La tentación es grande; los costos, también.
bm